jueves, 19 de julio de 2007

Flagrante Injusticia

Desde hace varios meses vivo de alquiler con mi novio, en un apartamento de 35 m2 que aunque pequeño es un espacio suficiente para una pareja. Pagamos de alquiler 450 euros mensuales, o sea, un 60% del sueldo de mi chico y, por supuesto, mucho más de lo que yo gano trabajando en un mes a tiempo parcial. Al alquiler hay que sumar los recibos de agua y luz que nunca bajan de los 100 euros.Ante los sofocos económicos, decidí informarme de las ayudas que el Gobierno ofrece a los jóvenes para el alquiler de la vivienda. Muy amablemente, la funcionaria me informó de la subvención y de todos los requisitos que debíamos cumplir para solicitarla. Además, me alegré al ver que se trataba de una magnífica ayuda o, al menos, eso parecía. Algo importante para poder solicitar la ayuda era que propietario de la vivienda colaborara. Concretamente, la colaboración (que realmente es obligación) es que el contrato de arrendamiento tiene que estar liquidado de impuestos y la fianza del alquiler ha de ser depositada en Tributos.
Vamos, que el alquiler debe ser legal y estar declarado. Y bien, aquí empieza todo Mi casero, Manuel, es un señor que es profesor en un Instituto. Para ser más exactos y como él bien se encarga de decir, es Catedrático de la asignatura que imparte. A su sueldo como docente se le añade todo lo que gana de las rentas, porque como él muchas veces me ha comentado, tiene varios pisos y locales alquilados en Murcia. Hasta ahí todo bien. Bueno, pues queda conmigo personalmente, como todos los meses, para que le dé el dinero del alquiler en mano (nada de transferencias bancarias ni ingresos en cuenta).
Cuando viene a la cita le comento que quiero pedir la ayuda para jóvenes y le explico los requisitos que me piden. A lo cual él sin ningún pudor me contestó «Yo no soy una ONG». Ante mi cara de estupefacción se quiso explicar y me dijo que si declaraba todos los alquileres de pisos/locales que tenía, Hacienda le «freía» vivo. Así que, me olvidara del tema porque él no estaba dispuesto a colaborar. Y para más Inri, me recordó que al cumplir el año me subiría el alquiler actualizando así la renta con la subida del IPC. En ese sentido, Manuel sí que cumple la norma a raja tabla. Y allí me quedé con dos palmos de narices sin subvención sin ayuda y sin nada. Sólo con la rabia e impotencia que me subían de píes a cabeza.Y me siento tan desamparada que no sabía qué hacer ni a quién recurrir; tan solo, se me ha ocurrido escribirlo y plasmarlo sobre un folio
Lorena Capel Mínguez
MURCIA

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