viernes, 11 de mayo de 2007

La fiesta de la hipocresía

Este año se cumplió el 156 aniversario desde que el 3 de marzo de 1851 desfilase por primera vez el Entierro de la Sardina y el Bando de la Huerta, quizás este último algún tiempo antes, a cargo de algunos huertanos que venían a la ciudad en carretas adornadas para celebrar el carnaval.En esta primera época en que ambos desfiles formaban uno solo, el Bando no era más que una burla de la ciudad de Murcia hacia los usos, costumbres y lenguaje de los huertanos. Andando el tiempo llegó una segunda etapa en donde, gracias a los escritores costumbristas de la época, cambió radicalmente el sentido del Bando, pasando de la mofa a la reivindicación de la vida y lengua huertanas.Pasaron los años y río abajo se fueron la barraca, el panocho, las costumbres y hasta el huertano mismo, pero nos quedó ha Huerta.

Ahora la que se nos va es la Huerta, y Murcia -que, como dijo Díaz Cassou, si es algo más que un villorrio se lo debe a su Huerta- no sólo no hace nada para salvarla, auque sea en una pequeña parte, sino que fomenta su desaparición con recalificaciones y planes parciales, que son su sentencia de muerte.Estamos, por tanto, en una tercera etapa, la de la hipocresía, en la que se ha convertido el Bando en el abanderado de un falso murcianismo, en donde se exaltan la historia, el lenguaje, las costumbres (que poquísimos murcianos conocen: verbigracia, la Reina de la Huerta, el señor Perráneo), mientras que continúa la destrucción del medio natural que engendró todo aquello.

No han de pasar muchos años para que, ante la indiferencia de nuestra clase política, sea entubada la última acequia, sea talada la última morera y sea urbanizada la última tahúlla.Entonces nos encontraremos en la etapa definitiva, en la que como en sus orígenes, el Bando y el Entierro se funden en uno, pero esta vez bajo un nuevo título, el Entierro de la Huerta.

Jesús Sáiz

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